Reflexión sobre Flp 1, 29
Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo,
no solo creer en Él, sino también el de sufrir por Él.
Este versículo está precedido por las palabras del Apóstol: «Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio; de ninguna manera amedrentados por vuestros adversarios, lo cual es señal de perdición para ellos, pero de salvación para vosotros, y esto, de Dios» (v. 27-28). El Apóstol continúa: «Sostenéis la misma lucha que antes me visteis sostener, y que ahora sabéis que sigo sosteniendo». Y además el Apóstol escribe: «Si hay algún aliento en Cristo; si hay algún incentivo en el amor; si hay alguna comunión en el Espíritu; si hay algún afecto profundo y alguna compasión, completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos» (2, 1-3).
Dios, a través del Apóstol, nos habla ahora también a nosotros: «Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también el de sufrir por Él». ¡Cuánto sufrió el apóstol Pablo por causa de Cristo, cuánta persecución y, finalmente, hasta la muerte como mártir! ¿Y qué sufrieron los demás apóstoles por Cristo? Dieron valientemente testimonio de Jesús con la palabra y con la vida, y también murieron mártires y recibieron la corona de gloria. Ahora gozan de la felicidad eterna, que el Señor ha preparado para los que Le aman y Le son fieles.
Preguntémonos: ¿Qué sufrió Jesús por mí y qué sufro yo por Él? No se puede hablar de amor por Jesús sin estar junto a Su cruz y estar dispuesto a hacer sacrificios y sufrir por la fidelidad a Él y a Sus enseñanzas. El amor a Cristo está relacionado con la gracia, y la Palabra de Dios nos lo recuerda: «Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también el de sufrir por Él». Y luego: «Sostenéis la misma lucha que antes me visteis sostener…». Mucha gente sufre, pero pocos sufren por Cristo, por fidelidad a Él. Recordemos que sin la cruz y sin fidelidad a las enseñanzas de Cristo, difícilmente pasaremos la prueba final que nos espera a la hora de la muerte y de la que depende toda la eternidad.
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