El que se avergüence de Jesús y de sus palabras…
Jesús dice: «El que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles».
(Mc 8, 38)
El orgullo humano está en el corazón de cada uno de nosotros. Si alguien se mofa de nosotros, reaccionamos inmediatamente. Pero debemos aprender a decir: «Aunque todos se reían de mí, solo una cosa es importante para mí: ¿Cómo Dios me mira?». Esta es la única cosa necesaria. Tengo que detenerme en una situación particular y entrar en la presencia de Dios: «Señor, ¡que me difamen y escupan en mí! Hicieron lo mismo a Ti, te insultaban…». Nadie ha dicho jamás tales palabras sobre nosotros como la jerarquía religiosa dijo acerca de Jesús. Dijeron que Él estaba fuera de sí, poseído por un demonio y similares, y querían matarlo. Sigamos a Jesús, incluso si todos nos escuparan en la cara.
Cristo murió por los pecadores, de los cuales yo soy el primero
Nuestra alma se manifiesta sobre todo a través de la razón y la voluntad. El hecho de que apenas percibimos verdades divinas es causado por la oscuridad que hay en nosotros. El Apóstol Pablo dijo: Cristo murió por los pecadores de los cuales yo soy el primero. Ningún falso misticismo. Él no se consideraba a sí mismo un “supersanto”. La santidad consiste en la humildad, en darse cuenta de la verdad que cada día vivo según mi voluntad, cada día mi alma produce automáticamente pecado, acuso a otros en mis pensamientos, soy un hedonista. Y lo peor es el orgullo humano —el pecado del diablo— cuando uno se niega a admitir la verdad sobre sí mismo.
Jesús está en ti
Dios nos dio la libertad y esta libertad está en Jesús. Si nosotros lo recibimos y permitimos que Él sea el Señor de nuestra alma todos los días, saboreamos la verdadera libertad. Dios es todopoderoso y así es todo aquel que reza porque tiene a Jesús en su corazón. Si unes tu voluntad a la voluntad de Dios, el enemigo no tiene poder sobre ti y toda la montaña de demonios debe retirarse. Y si dices a la montaña con la fe: quítate y arrójate al mar, te obedecerá. Dios nos ha dado el poder. El que está en nosotros es más fuerte que el que está en el mundo. Jesús está en ti, pero tú debes ser consciente de ello. Únete a Él a través de la cruz —tu cruz—.
Reflexión sobre Hb 13, 5
«Sean vuestras costumbres sin amor al dinero,
contentos con lo que tenéis ahora; porque Dios mismo ha dicho:
“Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé”»
Antes de estas palabras de la epístola a los Hebreos, el Apóstol escribe: «Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo. Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios». Luego sigue versículo 5: «Sean vuestras costumbres sin amor al dinero, contentos con lo que tenéis ahora; porque él mismo ha dicho: “Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé”».
El Apóstol continúa: «Así que podemos decir confiadamente: El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre? Acordaos de vuestros guías, que os hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas» (v. 3–9a).
Reflexión sobre Flp 1, 29
Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo,
no solo creer en Él, sino también el de sufrir por Él.
Este versículo está precedido por las palabras del Apóstol: «Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio; de ninguna manera amedrentados por vuestros adversarios, lo cual es señal de perdición para ellos, pero de salvación para vosotros, y esto, de Dios» (v. 27-28). El Apóstol continúa: «Sostenéis la misma lucha que antes me visteis sostener, y que ahora sabéis que sigo sosteniendo». Y además el Apóstol escribe: «Si hay algún aliento en Cristo; si hay algún incentivo en el amor; si hay alguna comunión en el Espíritu; si hay algún afecto profundo y alguna compasión, completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos» (2, 1-3).
Reflexión sobre Hb 10, 25
No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre;
más bien, exhortémonos,
y con mayor razón cuando vemos que el día del Señor se acerca.
Este versículo va precedido de las palabras: «Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien». Los grupos que se reunían en la época en que el Apóstol escribía esta carta eran probablemente tan pequeños como el nuestro. Sin embargo, estas palabras se aplicaban y se aplican sobre todo a los pequeños grupos de oración, que llevaban la carga de la Iglesia y clamaban, como hoy, a Dios pidiendo luz, fuerza y salvación.
Percibimos que la exigencia bíblica de la koinonía, la formación de la comunión fraterna, es muy pertinente hoy en día. Un grupo de hombres cristianos se reúne para orar y pedir a Dios por sí mismos y por las almas que les han sido confiadas.
Reflexión sobre Hb 12, 1
«Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos,
despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve,
y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante»
Este versículo de las Escrituras está precedido por un ejemplo de toda una multitud de testigos mencionados a lo largo del capítulo 11. Y este capítulo termina así: «Y todos éstos, aunque recibieron buen testimonio por la fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros; porque Dios había provisto algo mejor para nosotros».
Luego sigue el versículo que vamos a recitar durante dos semanas. Comienza con las palabras: «Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos…», y continúa: «… despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante». El siguiente versículo es continuación del anterior: «…puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…». Y leemos más adelante: «… quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
El camino hacia la vida nueva es a través de la muerte del viejo hombre
Nuestra cruz es verdaderamente el mayor regalo de Dios; está destinado a despojarnos completamente del viejo hombre, del más mínimo apego a cualquier cosa, y a revestirnos de pensamientos sobre lo esencial: la muerte, el cielo, el infierno y Jesús abandonado, humillado y crucificado.
Siempre que Dios quiere dar nueva vida ―resurrección― el camino hacia la vida nueva es a través de la muerte del viejo hombre. ¡No hay otro camino que negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús, y luego morir espiritualmente a uno mismo, al pecado y al mundo! Que Dios, a través de varias pequeñas cosas, nos lleve a esta muerte con María y por María.
Reflexión sobre Hb 13, 8
«¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos!»
Antes de que Jesús resucitara a Lázaro, que llevaba cuatro días en el sepulcro, Marta le dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le contestó: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final». Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida».
Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Así que Él tiene el mismo poder y puede resucitar a los muertos aun hoy, especialmente a los muertos espiritualmente. Él puede hacer las mismas cosas que hizo cuando estuvo aquí en la tierra. Cuando leemos las vidas de los santos y mártires, vemos que a través de muchos el Señor hizo grandes milagros antes de que murieran, es decir, mientras estaban siendo martirizados. Por ejemplo, los milagros con las fieras, cuando los leones hambrientos en la arena no despedazaban a los mártires, sino que los lamían y se sentaban a sus pies como ovejas. Otras veces, cuando eran encarcelados tras crueles torturas, sus cuerpos se recuperaban completamente al día siguiente. Este fue el caso de innumerables mártires.
Reflexión sobre Heb 11, 6
Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.
Este versículo forma parte del conocido capítulo 11 de la epístola a los Hebreos. Está precedido por los siguientes cinco versículos: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuera traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios» (Hb 11, 1-5). A continuación, este capítulo presenta modelos de fe, como Abraham, Moisés, los profetas, y señala que no solo somos salvos por la fe, sino que por la fe Dios también obra milagros extraordinarios.
Reflexión sobre Hb 9, 27
«A los hombres les está establecido morir una vez,
y después de esto el juicio»
El siguiente versículo 28 dice: « Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan».
Dice el proverbio: Una persona sabia piensa en el final, es decir, en la muerte. Pero no basta con pensar en la muerte, hay que pensar también en la eternidad, que puede ser feliz o infeliz. La condición para una eternidad feliz es mantener nuestra fe en Jesucristo, porque la Sagrada Escritura dice: «Todo aquel que en Él cree, será salvo». La mejor preparación para la muerte y la eternidad es mediante un acto de contrición perfecta. Consiste en reconocer tu pecado ante ti mismo y ante Dios, mirar con fe la cruz de Jesús e invocar su nombre.
Reflexión sobre Apocalipsis 1, 3
Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras
de esta profecía y guardan las cosas escritas en ella,
porque el tiempo está cerca.
Estas palabras son del libro del Apocalipsis. Al apóstol Juan se le mostró el futuro de la Iglesia en varias imágenes en la isla de Patmos. Algunos de ellos se refieren específicamente a nuestro tiempo, pero han estado y siguen estando velados para muchos. Sólo el Espíritu Santo puede revelar gradualmente los misterios contenidos en el libro del Apocalipsis.
Pero la lección importante para nosotros es: «… bienaventurados los que oyen las palabras de esta profecía y guardan las cosas escritas en ella».
De hecho, el libro del Apocalipsis nos anima a ser fieles a nuestro Señor y Salvador, incluso hasta la muerte. Muchos mártires también se fortalecieron con este libro. Habla de la persecución de la Iglesia, de la persecución de los que son fieles a Jesús y a Su Palabra.
Reflexión sobre Mt 8, 2
«Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo:
“¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!”»
El leproso vino a Jesús. La lepra es una enfermedad en la que las partes del cuerpo se pudren gradualmente hasta que finalmente llega la muerte. En tiempos de Jesús, la lepra era una enfermedad incurable. La lepra es contagiosa, por lo que los leprosos eran separados de la comunidad de otras personas, vivían en lugares desiertos y cuando una persona se les acercaba, tenían que gritar: «¡Leproso!», o tocar una campanilla, para que la gente se alejara de ellos y no se contagiara.
San Damián de Veuster, que vivió en el siglo XIX, fue voluntariamente a la isla de Molokai, donde vivían los leprosos. Les atendía y luchaba por la salvación de sus almas. Finalmente fue infectado y se convirtió en un sacrificio voluntario por su salvación.
Reflexión sobre Is 52, 2
Sacúdete el polvo, levántate,
Jerusalén cautiva; desata las ligaduras de tu cuello,
¡cautiva hija de Sión!
Este versículo sobre el que reflexionaremos durante las próximas dos semanas está precedido por el siguiente: «Levántate, levántate, revístete de tu fuerza, ¡oh Sión!; viste tus bellas vestiduras, Jerusalén, ciudad santa, que ya no volverá a entrar en ti incircunciso ni inmundo». Luego sigue nuestra palabra de vida que vamos a repetir: «Sacúdete el polvo, levántate, Jerusalén cautiva; desata las ligaduras de tu cuello, ¡cautiva hija de Sión!». El siguiente versículo dice: «Porque así dice Yahvé: De balde fuisteis vendidos y sin precio seréis rescatados… Por eso mi pueblo conocerá mi nombre ; así que en aquel día comprenderán que yo soy el que dice: “Heme aquí”».
Actuales Vídeo
- ¿Tiene un lugar para Él?
- Todo debe ser construido sobre el fundamento sólido: Jesucristo
- Estamos obligados a conocer los principios básicos de la vida de fe
- La oración del corazón
- Párese ante Dios cada vez que peca
- Debemos dar testimonio de Cristo vivo
- Una vida de victoria
- Dios nos ha dotado de dones











